Cuando acompañamos a una persona a través de un proceso terapéutico, uno de los objetivos suele ser que el cliente aprenda a autorregularse emocionalmente. Es aquí, donde la autocompasión tiene un rol muy importante.
Muchas veces podemos llegar a ser muy autoexigentes y críticos con nosotros mismos. El margen de “error” que nos permitimos es estrecho y eso nos lleva a reprocharnos y emitir juicios contra nosotros mismos que nos maltratan emocionalmente y refuerzan pensamientos negativos que no necesariamente se ajustan a la realidad de nuestras capacidades, recursos y posibilidades.
A veces, nuestras expectativas en relación a nuestro desempeño en los diferentes roles que cumplimos, responden más a un deseo y pertenecen al mundo de la fantasía. Esto hace que al repasar nuestro desempeño, lo percibamos como insuficiente o como un fracaso, lo que a su vez, nos quita la posibilidad de enfocarnos en lo positivo, lo alcanzado, aprendido, etc. Y así, nos colocamos en una posición en la que no nos permitimos premiarnos ni reforzar nuestras habilidades y logros.
La autocompasión implica ser permisivos con nosotros mismos; reconocer que nuestras acciones y respuestas antes diversas situaciones, son adaptativas y por ello, aceptables. Darnos siempre crédito, aceptando y comprendiendo que lo que hicimos es lo mejor que pudimos hacer con lo que teníamos, considerando dónde nos encontrábamos en ese momento.
Aunque en ocasiones y, para algunas personas más que para otras, pedir ayuda puede resultar difícil, es una manera de ser autocompasivos y es parte de nuestro autocuidado. Como seres humanos, nuestras relaciones sociales y familiares son pilares importantes de nuestro bienestar emocional. Poder recurrir a ellos, comunicando y expresando cómo nos sentimos, alivia la carga emocional porque nos permite colocar afuera y gestionar las emociones de manera menos desbordada.
Otra forma de lograr la autocompasión, es poniendo límites. Decir que “no”, puede tener una connotación, equivocadamente, negativa. Sin embargo, es importante poner límites cuando nos damos cuenta que estamos priorizando al otro en vez de a uno mismo; cuando brindar ayuda nos genera algún tipo de malestar emocional o incluso cuando ser el apoyo de alguien a quien estimo mucho, implica comportarme de una manera con la que no me identifico o me significa mucha carga emocional.
La autocompasión, nos ayuda a evitar acusarnos, reprocharnos, compararnos y es parte de nuestro autocuidado. Facilita la aceptación incondicional de nosotros mismos, que a su vez, refuerza nuestra autoestima y nos permite sentirnos seguros.