Es posible que nuestros aprendizajes en el entorno social, familiar y/o académico, se enfoquen más en la expresión de nuestras sensaciones, pensamientos y emociones, que en la “auto mirada”. Podría ser que por esto, la reflexión y auto-observación sean prácticas que puedan resultar difíciles de llevar a cabo. De igual manera, puede ser poco frecuente y común, detenernos a pensar qué posibles beneficios puede traer y si, tal vez, queremos pasar por esta experiencia.
Como suele pasar en algunos casos con lo desconocido, el intento de reflexionar en uno mismo, puede provocar miedo y/o angustia y entonces, puede que no sepamos rescatar el lado positivo de esta “mirada a uno mismo”, ni reconocer la oportunidad que nos brinda de descubrir aspectos de nosotros mismos que tal vez rechazamos o desconocemos y nos causan malestar.
Carl Rogers (psicólogo iniciador del enfoque humanista) dijo: “La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar”; la experiencia me permite validar que, efectivamente, sólo es posible cambiar aquello de lo que me doy cuenta, reconozco y acepto.
El malestar que podemos sentir al no permitirnos integrar una parte de nosotros mismos que rechazamos, porque no nos gusta o porque no comprendemos; en muchas ocasiones, puede ser mayor al malestar temporal que podemos sentir al indagar, autoconocernos y aceptar todas nuestras partes.
A través del autoconocimiento, es posible reconocer nuestras experiencias, creencias, recursos y partes; así como todo aquello que influye nuestra manera de percibir y esto nos da la posibilidad de tener una experiencia de vida más consciente y congruente.
Pasar tiempo con uno mismo nos puede ofrecer la oportunidad de mirarnos y conocernos; cuestionándonos cómo nos sentimos con tal o cual persona, en tal o cual situación y contexto. Podemos repasar esto que me molestó, aquello que me hizo sentir triste, esa conversación que me dejó pensando o ese tema que me preocupa, etc.
Mediante este tipo de reflexiones, tenemos la posibilidad de identificar y descubrir nuestras emociones, creencias y pensamientos, así como, la posibilidad de reconocer nuestros recursos; las herramientas con las que nos enfrentamos a diferentes situaciones y mediante las cuales nos protegemos y con las que intentamos salir victoriosos.
Podemos también observar qué necesita nuestro cuerpo, ¿Cómo me siento? ¿Dónde lo siento? ¿Con qué intensidad lo siento? ¿Qué movimientos necesito?, etc.
Mientras más sepamos de nosotros mismos, será posible tener más oportunidades de integrar todas nuestras partes, aceptarnos, respetarnos y querernos. Todo eso, nos puede dar la posibilidad de modificar nuestra forma de hacer frente a las circunstancias y vivir en mayor bienestar.